El error de Elon Musk que afecta a Tesla desde adentro
Mientras Tesla lidia con una caída de ventas en China y pierde terreno ante BYD y Xiaomi, sus empleados enfrentan jornadas extenuantes y amenazas de despido
Presentación de Tesla. Crédito: Tesla. Crédito: Cortesía
Aquel halo de invencibilidad que rodeaba a Tesla empieza a desdibujarse en 2025. La compañía, símbolo de la revolución eléctrica y estandarte del liderazgo tecnológico global, enfrenta su mayor prueba desde que irrumpió en el mercado con la promesa de cambiar el mundo.
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Y esta vez, no es un problema técnico ni una barrera regulatoria lo que pone en jaque su dominio, sino una metedura de pata estratégica que se arrastra desde las oficinas de Palo Alto hasta las salas de ventas en Shanghái.
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Los síntomas del desgaste son evidentes. En el primer trimestre de 2025, Tesla reportó una caída del 21,8% en las entregas en China, el mercado más competitivo y dinámico de autos eléctricos del mundo.
Fueron apenas 172,754 unidades, la cifra más baja desde el segundo trimestre de 2022. El contraste con el cierre de 2024 es llamativo: ese año, Tesla había logrado vender 657,102 vehículos en el país asiático, representando el 36,7% de sus entregas globales.
Ahora, ese impulso parece haberse detenido. Y la respuesta de la compañía ha sido endurecer, sin matices, la presión sobre su recurso más vulnerable: los trabajadores de sus concesionarios.
Un giro hacia lo despiadado
En un intento desesperado por frenar la hemorragia de ventas, Tesla ha impuesto un régimen casi marcial a sus equipos de ventas en China. Jornadas de 13 horas —de 9:00 a 22:00—, siete días a la semana, sin días de descanso, son el nuevo estándar.
La meta impuesta es clara: al menos una venta diaria, o el despido. “Los nuevos empleados tienen tres días para aprenderse todo el producto y en el cuarto día ya deben cerrar una venta. Si no lo hacen, se van”, revela un trabajador en condición de anonimato.
La rotación de personal ha pasado de tres meses a apenas mes y medio. Es un modelo de desgaste acelerado que ha convertido los concesionarios en campos de batalla.
Esta decisión, lejos de contener la caída, ha sumado una crisis interna al problema estructural de Tesla: el liderazgo errático de Elon Musk y la creciente superioridad tecnológica y comercial de sus rivales chinos.

Un mercado que ya no lo espera
Tesla no está cayendo sola; la están superando. La competencia local en China avanza con pasos firmes y veloces. El Xiaomi SU7, por ejemplo, ha logrado superar las 29,000 unidades vendidas mensualmente, acumulando más de 180,000 entregas, superando incluso al Model 3 de Tesla en ese mercado.
Mientras tanto, BYD se perfila para convertirse en el líder mundial de autos eléctricos. Según Counterpoint Research, la marca china alcanzará en 2025 una cuota global del 15,7%, superando el 15,3% de Tesla. En el primer trimestre de este año, BYD vendió 416,388 vehículos eléctricos, un 39% más que el año anterior.
Este “soro” no debería ser una sorpresa. En 2024, Tesla cerró el año con 1,79 millones de autos vendidos. BYD, apenas detrás, alcanzó los 1,76 millones. Ahora, en 2025, el liderazgo de Tesla pende de un hilo.
Descuentos y reformas que no alcanzan
El intento más visible de Tesla por revertir esta situación fue el lanzamiento en marzo de 2025 del renovado Model Y en China. Las ventas de ese mes, 78,828 unidades, lograron un pequeño alivio, aunque siguen representando una caída del 11,5% respecto al mismo mes de 2024.
Junto con ello, la firma decidió ampliar su oferta de financiación sin intereses hasta tres años para toda la gama del Model Y. También lanzó una serie de descuentos, incluidos $1,380 dólares menos para quienes adquirieran el vehículo en abril. La medida logró cierto ruido, pero no el impacto esperado.
“Extendieron los descuentos y las promociones, pero los clientes están mirando hacia otras marcas. El Xiaomi SU7 tiene más tecnología, mejores acabados y un precio competitivo. La gente ya no se deslumbra con el nombre Tesla como antes”, comenta un vendedor en Pekín.
En la hoja de ruta está el lanzamiento, en 2026, de una versión más económica del Model Y fabricada en Shanghái, pero eso está aún en fase de planificación. El presente, en cambio, es más incierto que nunca.
Una red que crece, pero que ya no es ventaja
En paralelo, el ecosistema eléctrico chino no se ha detenido. La red de recarga continúa su expansión: en marzo de 2025 ya respaldaba un parque móvil de 1.128.000 vehículos, un 35,5% más que el año anterior. Eso significa que la infraestructura, uno de los diferenciales que Tesla supo capitalizar, ya no es una barrera para las marcas rivales.
Además, los compradores chinos cuentan con más opciones asequibles, seguras y tecnológicamente avanzadas. La electrificación ha dejado de ser un terreno exclusivo de Tesla para convertirse en un fenómeno multisectorial, con incentivos del Estado, startups agresivas, conglomerados tecnológicos y consumidores más exigentes.

Una presión que viene desde arriba
La pregunta de fondo es si Tesla está enfrentando una tormenta del mercado o las consecuencias de decisiones internas mal calibradas. Analistas coinciden en que Elon Musk ha cometido errores de cálculo, especialmente en la lectura del contexto chino.
“Elon Musk apostó por una estrategia de volumen y recortes de precios, pero subestimó la sofisticación y la rapidez con la que sus competidores locales mejorarían sus productos”, señala un experto del sector automotriz en Shenzhen.
“Además, esa cultura de presión extrema hacia los empleados termina siendo contraproducente en un entorno donde la retención del talento es clave”, añadió.
El estilo Musk, marcado por decisiones abruptas, despidos masivos por correo electrónico y una filosofía de “solo sobreviven los mejores”, ha comenzado a mostrar sus límites cuando se trata de mantener un imperio en mercados que no perdonan el error ni el ego.
Una lección para el resto del mundo
Lo que ocurre en China no es un problema local. Es una advertencia global. Europa, Estados Unidos y otros mercados emergentes observan con atención lo que podría ser el principio del declive del liderazgo de Tesla, no por falta de innovación, sino por una gestión que parece más interesada en mantener la narrativa que en adaptarse al nuevo orden.
El modelo Musk, centrado en la figura de un líder carismático, puede estar enfrentando su fecha de caducidad en la era post-startup, donde el crecimiento exponencial ya no es el objetivo, sino la sostenibilidad. Tesla sigue siendo un gigante, pero ahora tambalea sobre sus propias decisiones.
Los primeros en pagar la factura son los empleados en la primera línea, aquellos que, con contratos precarios y condiciones extenuantes, intentan sostener la estructura de una compañía que, por ahora, se resiste a mirarse en el espejo.
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